"... solo son palabras... palabras que son, de mi vida, un momento... de mi existencia, un lamento..."

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Mónica García-Ferreras

9 de julio de 2011

"Circo" (FERIAL III)

Despierto, no hay hora, no hay reloj… hay poca luz.
Lentamente me incorporo, un dolor agudo ha anidado en mi nuca, hijo de tu golpe certero, en un lecho de sangre reseca…
Me duele… nadie ha curado la herida mientras estaba inconsciente.
Por una rejilla metálica entra el aire polvoriento y desgastado del verano… pero ya no es verano. Nunca es verano…
Me acurruco en este sofá lleno de manchas, restos de maquillaje barato, de pinturas de payaso y de alcohol. En frente de mí, sobre una silla metálica, oxidada… antiguo trono de artistas trasnochadas, me espera un disfraz hecho jirones. Un trozo de tela mordido por los perros y manoseado por los enanos.
No quiero ponerme ese disfraz… pero sé que el espectáculo está a punto de empezar.
Intento ponerme en pie, la alfombra quema, no tengo manos y desde la pared los ojos de los trapecistas, domadores y magos de otros tiempos me miran inquisitivos.
Vieja caravana de circo… con olor a animal moribundo y a gominola caducada.
Ya escucho el rugido de los famélicos leones y la desafinada melodía de un bandoneón de juguete.
Ya escucho el látigo romperse contra el aire y  las risas ancianas y huecas de los payasos hastiados de aguardiente y palomitas.
Das una patada a la puerta de la desvencijada caravana y entras; vienes a buscarme, es mi turno. Con manos firmes me vistes, soy una marioneta y  yo no veo más que tu sonrisa (siempre sonríes)
Hundes tus finos dedos en un bote de pintura blanca y la esparces sobre mi rostro, pareciera que quisieras borrar mi piel, hacer desaparecer cualquier huella de mis facciones.
Sé que nunca fui demasiado bonita para ti…
Rematas el diseño de mi nuevo rostro, de mi nueva máscara con el dibujo de una extraordinaria sonrisa, roja, brillante… sensual, vacía, absurda y mala…como la tuya.
Y orgulloso me llevas de la mano hasta la carpa… dentro reina la oscuridad y el silencio de los descampados periféricos de las ciudades.
Casi con mimo pasas un brazo sobre mi hombro y me acompañas hasta el centro de la pista.
Los focos se encienden a tu orden, me ciegan…
Alguien entre el público suelta una carcajada, una risa estridente que rápidamente se extiende entre las butacas como el fuego guiado por un hilo de gasolina. El circo se viene abajo, todos ríen, el público ríe, los enanos ríen, los payasos ríen…
Tú ríes…

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